domingo, 7 de octubre de 2007

A LEGEND

Hoy es un día nublado, el aire es frio y pareciera que va a llover, lo cual lo hace un día magnifico, al menos para poderles contar una leyenda, una leyenda que yo escuchaba desde que era un niño y que al menos en días como este ponía nerviosos a la gente que por aquellos rumbos vivía.

Resulta que un pueblito a las orillas de la ciudad de México, hay un rio que separa al pueblito por la mitad, con lo que era muy común que el puente que se construyo para pasar al otro lado, en el día fuera muy concurrido con lo que también se hacia indispensable, ya que al no ser un pueblo muy grande era necesario pasar al otro lado por lo menos una vez al día, ya sea para poder comprar algo, o ir al medico, por cualquier cosa siempre quedaba del otro lado del dichoso puente, como pueden ver todo parece muy normal, sin embargo, como en todo nunca faltan los problemas, ya sean estos por mal entendidos o por razones ya un poco más fuertes. Y estos problemas son precisamente lo que origina esta leyenda, pues en este pueblito ya hace mucho tiempo vivió el señor Juan, era un tipo nefasto y por lo que la gente comentaba una persona de lo peor, bueno al menos eso es lo que a mi me decían, y pues un cierto día dicen que llego a la cantina del pueblito con un montón de dinero, y como nunca le había ido bien a todos dejo sorprendidos, lo cual también levanto sospechas en la procedencia de ese dinero, y aunque esa noche todos gozaron a la fiesta que se armo con ese dinero, al día siguiente resultaba todo un misterio como había conseguido ese dinero, a lo que entonces llego una nueva pregunta, y esta era: ¿Dónde esta Juan?, pues desde la fiesta nadie lo volvió a ver, lo que a nadie sorprendió, pues todos imaginaron que como se había robado aquel dinero había huido para no ser detenido, con lo que paso y como nadie reporto el robo se empezó a olvidar al cabo de unas semanas.

La vida en el pueblo siguió su curso y cierto día amaneció nublado, y comparado con los días pasados incluso en el sentido anímico del pueblo parecía estar entristecido, con lo que el día paso normal, lo único raro era aquella atmosfera que rodeaba al pueblo, con lo que la gente que había en la cantina aquel día era menor a la acostumbrada. Ya entrada la noche empezó a soplar un aire muy frio, un aire que empezó a mover las puertas lo cual en principio no aparento nada, hasta que alguien vislumbro una sombra entre las puertas, una sombra delgada, de la que curiosamente parecía venir aquel viento helado, entonces aquella sombra se empezó a mover, la gente de la cantina salvo unos cuantos parecían inadvertidos de esta visión, entonces se oyó el sonido de la campanilla de la entrada que anunciaba la entrada de un cliente al local, con lo cual las miradas cayeron sobre el nuevo invitado, suceso que dejo a la concurrencia en silencio, salvo una persona que, el cantinero quien en tono sorprendido dejo escapar una pregunta; -¿Juan?-, a lo que la multitud empezó a murmurar, la silueta delgada empezó a caminar hacia dentro del local, más sin embargo al iluminarse el cuerpo todos empezaron a notar un cuerpo demacrado, un cuerpo que parecía mantenerse en pie casi por obra de magia, y que decir del rostro, era una mirada perdida, con una sonrisa algo extraña, lo cual le daba un aire cadavérico a aquella escena. Juan siguió derecho a la barra y justo al llegar ahí dejo caer una bolsa de monedas de oro, las cuales relucieron sobre la multitud que atenta vigilaba cualquier movimiento de nuestro nuevo invitado, unos segundos después el cantinero soltó una risa y a tono de burla: -“pero si sí es mi amigo Juan, cuanto tiempo sin verte”-; con lo que se produjo una carcajada general en la cantina y el ambiente regreso a la normalidad, incluso empezó a ganar mas forma de la que había antes de que llegara Juan, el cantinero se volteo y sirvió un copa de su mejor vino para el ahora distinguido invitado, mas sin embargo al regresar la mirada a su invitado se percato de algo, algo que lo hizo retroceder y tirar la copa recién servida, y no era para más pues la anterior sonrisa de Juan ahora era una sonrisa macabra, y su mira ahora parecía tener una profundidad inexplicable, lo cual hizo temblar al cantinero quien inmediatamente se hecho para atrás. Al oír la concurrencia el estallido de la copa al llegar al suelo, un silencio se apodero de la cantina, y entonces un viento helado entro por la puerta junto con una voz, una voz tan seca y árida que parecía helar la sangre mas que aquel viento frio, una voz que a lamento llamaba: -“Juaaaan”-, entonces el invitado volteo a la entrada y empezó a balbucear, y regreso la mirada al cantinero que con una voz tan tenue casi imperceptible le dijo al cantinero: -“sírveme otra que hoy tengo prisa”-, el cantinero al principio dudando tomo una copa y sirvió al cliente, Juan tomo la copa y la bebió de un sorbo, y acto seguido salió de la cantina.

Todos los espectadores se quedaron quietos solo mirando la entrada, pues nadie se atrevía a salir o incluso a mirar quien había ido por Juan, y mucho menos ver a donde se dirigía, con lo que después de un rato los mas valientes se pusieron en pie y se asomaron a ver que había ocurrido, lo cual dejo mas dudas a los ahí presentes, pues no había nadie afuera, por lo menos a los alrededores. Como sea la noche paso y poco a poco la gente se retiro a sus casas, pero con cierto nerviosismo, ya en la madrugada solo quedaban dos personas y el cantinero quienes se observaban mutuamente y luego volteaban a la bolsa que había dejado Juan sobre la barra, entonces uno dijo: -“hay que tirarla al rio y olvidar todo lo que paso aquí”-, a lo que nadie contestaba, pero entonces el cantinero dijo: -“que desperdiciar todo ese oro, y todo por una extraña voz, están locos, si no lo quieren déjenlo aquí listo”-; dicho esto el cantinero sonrió de satisfacción y observo como se iban las dos personas que quedaban en aquella noche.

De aquí la historia toma varios matices, pues el como sucedieron las cosas aun es un misterio, pues algunos dicen que al irse los dos últimos clientes, ya al momento de cerrar la puerta principal, el cantinero recibió a un cliente más, y era precisamente el dueño de aquella voz que se había oído antes, quien después torturo hasta la locura al cantinero; otros dicen que fue Juan quien reapareció ya una vez cerrada la cantina justo en el mismo lugar donde había tomado la copa de vino, lo que dejo loco al pobre cantinero, y de ahí un sinfín de historias; más sin embargo en lo que si concuerdan todos y en lo que se fundamenta esta leyenda para seguir en pie hasta estos días es en que: sea por lo motivos que sean, el cantinero llego al rio, ya empezaba a amanecer, por lo que ya había movimiento, entonces empezó a llover y el propio cantinero se arranco los ojos con las manos gritando: -“Juan lo siento, nunca te quise robar, en serio lo siento, pero ya has que se aleje de mi, dile que deje de observarme, Juaaaaaaaaan”-; los ahí presentes relataron que el cantinero cayo al suelo y jamás volvió a recuperar la cordura.

Ya por esos rumbos cuando hay una tarde nublada y el ambiente se siente pesado, la gente prefiere retirarse a sus casas lo antes posible, pues se dice que Juan, se aparece tentando a la gente, siempre con oro que deja olvidado y que después cobra aquella sobra que siempre va detrás de él.

2 comentarios:

Seruhio dijo...

No esta mal no esta mal, me pareció interesante, pero como que ya hazlo más seguido, bueno siempre y cuando puedas, se que luego no hay tiempo, lo sé y ya pon cosas de ti también. Bueno ahí nos estamos viendo.

vago dijo...

Ese gabo, parece que esto aún sigue vivo. Ya pulica algo o por lo menos por links de tus famosas paginas de chuletitas XD. Ya no puedo darle otra vuelta a tu blog, viendo lo mismo jeje. Vamos morro algo nuevo oki doki.